miércoles, agosto 26, 2009

Mandril

No es palpable ni mucho menos conocido, no es de aquí, ni mucho menos de allá, es tal vez un suspiro de las noches sin nombre, un personaje de cuentos, que de vez en cuando nos visita para reconocer sus años en la vivencia de los astros. No es nada de lo que he escrito, pero es todas las letras que este espacio guarda, es una música con melodías sueltas, un recorte de burbujas pasadas, y pegadas en las alfombras de mañanas ausentes.
Camina por las copas de las razones sin mirar la realidad, se alimenta de lágrimas secas, se viste de abrazos encontrados en los horizontes de ojos puritanos, va caminando con su cerebro inclinado para no volver a pisar las sangrientas espinas que sus pisadas pasadas han dejado.
En los días de desconsuelo, solo navega por las olas de la rutina, madura de a poco en la juventud que no conoce ni mucho menos siente, motivo de la vejez de su felicidad.
Cuando necesita destapar el carbón tóxico de sus manos agrietadas, camina lejos, solitario, al rincón de las hojas sueltas que el viento le concede por su estado natural anormal, se llena de miradas angustiadas al no tener más manos de las que ya tiene, y sigue caminando dejando atrás las demás manos que quieren ayudarlo a caminar, camina y hasta a veces corre sin dejarse calmar, cuando la nostalgia desintoxicada desea curarlo para que no corra más.
Pero el sigue caminando a solas, auto mutilándose por la necesidad de sentirse solo, reflejado en las esperanzas que los atardeceres y canto de las aves le brinda, se deja llevar por el destiempo de relojes ocultos en el cielo, y no ve más porque va quemando sus ojos clarividentes sin darse cuenta.
Mandril va desapareciendo sin darse cuenta, no sabe que existe un universo más allá de las copas de sus árboles, es desconsuelo de su razón solitaria de verse ante un espejo lleno de sangre. Su corazón es muy débil ante la realidad que lo carcome, no tiene fuerzas para ser feliz, no tiene razones para luchar, porque las razones que lo han agobiado están infectadas de pasados, pero sin embargo, tiene en sí mismo la sangre pura de la razón de su vivir.
La razón de sus días, de sus pasiones, la razón de sus pasos cada día, y la razón por la cual no quiere bajar de los atardeceres y los altos valles desconocidos. Esté en sus entrañas, en su cristalina descendencia.
Que no te disuelva la existencia del mundo vivo, cae de a poco que te esperan unos brazos fuertes para no golpear tus delicadas intenciones, no te falles más de lo que te has fallado, no te lastimes que vas lastimando a tus pasos seguidos por la luna.
No estás en extinción, y la línea ecuatorial de dónde has elegido nacer, te tiende un corazón desinteresado a calmar tus penas y llenarte de felicidades que crees no merecer.

1 comentario:

Guillermo dijo...

No va pidiendo perdón
el malabar de los derroches retóricos
con el jugo enjuague de las roces
mandril existe dejando de existir
acabando con las letras suicidas
malgastando los ojos
desvaneciendo tus manos.